Allfather creó después un enorme fresno de nombre Ygdrassil, el árbol de universo, del
tiempo o de la vida, el cual ocupaba todo el mundo, expandiéndose sus raíces no sólo en
las más remotas profundidades de Niflheim, donde burburjeaba el manantial
Hvergelmir, sino también en Midgard, cerca del pozo de Mimir (el océano) y en
Asgard, cerca de la fuente Urdar.
Desde sus tres grandes raíces, el árbol alcanzaba una altura tan formidable que su rama
más elevada, llamada Lerald (el pacificador), ensombrecía la sala de Odín, mientras el
resto de los brazos arbóreos se alzaban sobre los otros mundos. Un águila fue situada en
la rama Lerald, y entre sus ojos se sentó el halcón Vedfolnir, el cual observaba con su
mirada penetrante el cielo, la Tierra y Niflheim, e informaba de todo lo que veía.
Ya que el árbol Ygdrassil se mantenía siempre verde y sus hojas nunca se marchitaban,
servía de pasto no sólo para el chivo de Odín, Heidrun, el cual suministraba el aguamiel
celestial, la bebida de los dioses, sino también para los venados Dain, Dvalin, Duneyr y
Durathor, de cuyas cornamentas caía el rocío de miel hacia la Tierra, suministrando con
agua todos los ríos del mundo.
En la hirviente caldera Hvergelmir, cercana al gran árbol, un horrible dragón llamado
Nidhung mordisqueaba continuamente las raíces y era asistido en su tarea de
destrucción por innumerables gusanos, cuyo objetivo era acabar con la vida del árbol,
conscientes de que su caída sería la señal de la perdición de los dioses.
Correteando continuamente arriba y abajo por las ramas y el tronco del árbol, la ardilla
Ratatosk (el portador de la rama), el típico entremetido y chismoso, empleaba su tiempo
en repetirle al dragón los comentarios del águila y viceversa, con la intención de
sembrar la cizaña entre ambos, situados a cada extremo del fresno sagrado.