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Enanos y Elfos.

25.09.2011 01:58

Mientras los dioses estaban ocupados creando la Tierra y proporcionándole iluminación,

una horda de criaturas con aspecto de gusano habían estado reproduciéndose en la carne

de Ymir. Estas desagradables criaturas terminaron atrayendo la atención divina.

Convocándoles ante su presencia, los dioses les dieron primero forma y les dotaron de

una inteligencia sobrehumana, tras lo cual los dividieron en dos grandes clases.

Aquellos que eran de naturaleza oscura, traicionera y taimada, fueron desterrados a

Svartalfheim, hogar de los enanos negros, el cual estaba situado bajo tierra, y de donde

no se les permitía salir durante el día, bajo pena de ser transformados en piedra. Se les

llamaba enanos, trolls, gnomos o kobolds, y empleaban toda su energía y tiempo en

explorar los escondrijos secretos de la Tierra. Coleccionaban oro, plata y piedras

preciosas, que guardaban en grietas secretas de donde podían sacarlas según su deseo.

Al resto de estas pequeñas criaturas, incluyendo todos los que eran hermosos, benignos

y provechosos, los dioses los llamaron hados y elfos, y fueron enviados para que

moraran en el espacioso reino de Alfheim (hogar de los elfos de luz), situado entre el

cielo y la tierra, de donde podían descender siempre que quisieran, para cuidar de las

plantas y las flores, jugar con los pájaros y las mariposas, o bailar en la hierba a la luz

de la Luna.

Odín, que había sido el espíritu líder en todas estas empresas, ordenó a los dioses, sus

descendientes, que le siguieran hasta la vasta llanura conocida como Idawold, que se

encontraba muy por encima de la Tierra, al otro lado de la gran corriente Ifing, cuyas

aguas nunca se helaban.

En el centro del sagrado espacio, que desde el comienzo del mundo había sido

reservado para su propia morada y había sido llamado Asgard (hogar de los dioses), los

doce ases (dioses) y las veinticuatro asynjur (diosas) se reunieron en asamblea a la

llamada de Odín. Se celebró un gran consejo, en el cual se decretó que no se derramaría

sangre dentro de los límites de su reino, o durante el tratado de paz, pues la armonía

debía reinar allí por siempre. Como resultado de la conferencia, los dioses también

construyeron una fragua, en la que diseñaron todas sus armas y herramientas requeridas

para construir los magníficos palacios de metales preciosos, en los cuales vivieron

durante muchos años en un estado de felicidad tan perfecta que este período pasó a

llamarse la Edad de Oro.

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