Aunque los dioses habían diseñado desde el principio Midgard o Manaheim, como la
morada del hombre, no existían seres humanos que lo habitaran todavía. Un día, Odín,
Vili y Ve, según algunas autoridades en la materia, o bien Odín, Hoenir (el birollante) y
Lodur o Loki (fuego), comenzaron a caminar juntos por la orilla del mar, donde se
encontraron o bien con dos árboles, el fresno (Ask) y el olmo (Embla) o con los dos
bloques de madera, tallados con toscas formas humanas. Los dioses contemplaron al
principio la madera inerte con silencioso asombro. Después, percatándose del uso que se
le podría dar, Odín dotó a estos troncos con almas, Hoenir les concedió el movimiento y
los sentidos y Lodur contribuyó con sangre y una complexión saludable.
Dotados así con habla e intelecto, y con poder para amar, esperar y trabajar, y con vida
y muerte, a los recién creados hombre y mujer se les otorgó libertad para gobernar
Midgard a su deseo. Lo poblaron gradualmente con su descendencia, mientras los
dioses, recordando que habían sido ellos los que los habían dotado con vida, se
interesaron especialmente en todas sus actividades, velando por ellos y concediéndoles
con frecuencia su ayuda y protección.